FICHA TÉCNICA | |||
NOMBRE | La nueva educación |
||
SUBTÍTULO | |||
AUTORAS | Ferrán Ruiz Tarragó |
||
IDIOMA | Español |
||
EDITORIAL | LID Editorial Empresarial |
||
PAGINAS | 301 |
||
ADICIONAL | |||
PRECIO | 19.90 euros |
|
|
|
Ferran Ruiz Tarragó reflexiona sobre el agotamiento del modelo escolar de la era industrial y la necesidad de transformar el sistema educativo para afrontar los retos de la sociedad del conocimiento. Mientras la sociedad y las actividades laborales y profesionales están cambiando mucho en los últimos años por la globalización y el impacto de las las tecnologías de la información y de la comunicación, no lo están haciendo en igual medida las escuelas y otras organizaciones de las que las personas dependen para aprender y orientar su vida. El mundo educativo actual, concebido para el viejo orden industrial de la enseñanza en masa y el aprendizaje estandarizado, no consigue atender con éxito a un alumnado diverso, inquieto y complejo, alumnado que ha cambiado mucho más que las instituciones que hace tiempo la sociedad diseñó para acogerlo y formarlo. La respuesta de muchísimos jóvenes a la escolarización se manifiesta por medio de actitudes de escaso compromiso, de escapismo o de abierto rechazo. La organización escolar actual hace que incluso muchos buenos alumnos se sientan cotidianamente castigados por el mero hecho de ser individuos psicológicamente complejos que se hacen encajar en un sistema diseñado básicamente con la premisa one-size-fits-all. Salvo excepciones, la aplicación del conocimiento, el fomento de la creatividad y del espíritu emprendedor y el desarrollo de la personalidad y de los valores no son los pilares sobre los que se articula la educación actual. El resultado de todo ello se manifiesta en términos de limitadas competencias, de bajas calificaciones y de abandono escolar, de pasividad y conformismo, con los consiguientes perjuicios personales, sociales y económicos. Es posible que después de prestar un gran servicio el modelo industrial de organización escolar esté llegando al final de su vida útil, al menos para amplias capas de la población. La funcionalidad global de la escolarización, con su enfoque academicista, despersonalizado y orientado predominantemente hacia adentro y hacia el pasado, parece poco adecuada para estimular a los jóvenes a hacerse cargo de sus vidas y afrontar las grandes exigencias de nuestra sociedad. En consecuencia, la búsqueda de nuevas visiones del aprendizaje, de nuevas formas de materializar la aportación de la enseñanza a la creación de valor que se articulen en torno a cada alumno, son tareas esenciales y urgentes, que no corresponden en exclusiva al sector educativo sino que están abiertas a toda la sociedad. En este sentido lo más básico que falta hoy en día son visiones atrevidas, coherentes, inspiradoras y a su vez realistas de lo que la educación podría ser dentro de diez o veinte años. Pero de hecho el sector educativo da pocas señales de ser capaz por sí mismo de responder a estos grandes retos. Aunque dispone de infinidad de evaluaciones e informes sobre su estado y situación y a pesar de que cuenta con grandes profesionales, se observan pocos progresos e incluso se percibe el agravamiento de ciertos problemas, lo que permite conjeturar que la educación actual no es una industria del conocimiento, ya que el conocimiento sobre sus propias prácticas no le basta para transformarse. Además se da el caso de que la educación es posiblemente el único ámbito que aún debate la utilidad de las tecnologías de la información y de la comunicación, que precisamente son las herramientas con las que se construye la sociedad del conocimiento. Aunque de hecho hay un proceso generalizado de incorporación de las TIC a las actividades de los centros educativos, a menudo se encuentra a faltar un enfoque amplio, profundo y renovador. Esto se debe tanto a la ausencia de nuevas visiones de la educación como a factores estructurales que bloquean la innovación, como pueden ser un currículo excesivamente orientado a los contenidos, las limitaciones de la evaluación -que emplea procedimientos que no permiten valorar la consecución de nuevos objetivos-, la organización burocrática del profesorado y la consiguiente despersonalización de la actividad académica, las deficiencias en la organización de los centros escolares, y, muy especialmente, la falta de atención al liderazgo educativo, que en los centros públicos españoles se materializa en un sistema de dirección escolar obsoleto, con más carencias que posibilidades, con más restricciones mentales y funcionales que poder de intervención sobre la realidad. Para salir de esta grave situación el sistema educativo debe relacionarse mucho más con el mundo exterior y aprender de él, abandonando su tradicional aislamiento y su endogamia, y debe hacerlo con los objetivos de formular nuevas visiones, de mejorar sus prácticas y de concebir nuevos sistemas de organización y funcionamiento. En especial debería aprender del mundo de la empresa, que ha desarrollado un lenguaje común en torno a conceptos como incremento de productividad, orientación al cliente, gestión del cambio, reingeniería, gestión de la información, cultura corporativa y partenariado con otras organizaciones. Estos conceptos, en cuyo desarrollo las TIC tienen un papel estratégico, le permiten interactuar, innovar y hacer frente a retos continuos. Ninguno de ellos debería ser ajeno al sector educativo: si se le incorporaran podrían dar lugar a nuevos diálogos, a la generación de nuevo conocimiento y a un proceso de mayor integración de la educación en la dinámica social. Sobre la base de la ampliación de su repertorio conceptual los agentes administrativos, económicos y educativos podrían abordar conjuntamente una transformación del sistema educativo en torno a ejes como la personalización del currículo y del aprendizaje, nuevas funciones para alumnado y profesorado, la reinvención de la organización de los centros y el rediseño de sus espacios y equipamientos, superando así las limitaciones inherentes a unos servicios educativos propios de la era industrial y adoptando unos marcos estructurales más apropiados a la sociedad del conocimiento. Los enormes retos actuales requieren actuar con visiones y energías renovadas que permitan superar la falta de liderazgo, la insatisfacción permanente, el conformismo y la escasa relación con el exterior que imperan en el sistema educativo. Es preciso renovar los temas de debate, dar un protagonismo real a los alumnos y a sus padres, apostar fuertemente por la colaboración entre los profesionales de la educación y los agentes empresariales y sociales, todo ello con el objetivo de enriquecer el sistema educativo con conocimientos y enfoques que hasta ahora le han sido ajenos. Sólo así parece posible avanzar por la senda de las transformaciones del aprendizaje del alumnado, de la actividad del profesorado, de la organizacion de los centros escolares y del funcionamiento del propio sistema educativo que son necesarias para que la educación esté a la altura de las exigencias y urgencias de la sociedad del conocimiento. |