Tras el despegue del e-learning corporativo en
España
Se habla mucho del aprendizaje on line
en el mundo de la formación continua, aunque se sigue echando de menos
la voz de los usuarios; pero también se dice que el mercado europeo del
e-learning está casi parado. Parece apuntarse que una de las
claves para la esperada explosión de este método de aprendizaje está en
la satisfacción de los usuarios, mediante contenidos formativos que
sintonicen mejor con sus expectativas y necesidades. Los productos de
e-learning deben proporcionar información relevante, dotada de
propósito y carga didáctica, que responda a lo que los usuarios esperan
y desean; no parece que el e-learning eche a volar, por mucho que
bata alas, si no cuenta con la aquiescencia de quienes lo utilizan, ya
se trate de directivos o trabajadores, en las empresas y organizaciones
de diferentes tamaños.
Recientemente, en El País-Negocios
(30 de octubre de 2005) pudimos leer una entrevista a Mariano Baratech,
presidente de Doxa y de la Asociación de Proveedores de e-Learning (APeL),
bajo el titular: “El mercado europeo de e-learning está casi
parado”. En el texto parecía vislumbrarse ya un próximo despegue, tan
esperado, de la formación on line en las empresas españolas.
Leímos que, preparándose para este reto y con la intención de liderar el
sector, Doxa y Fycsa, dos importantes proveedores, están materializando
su fusión. Esperan llegar juntos a una facturación de 30 millones de
euros en 2008. Podemos, al respecto, recordar que Fycsa ya anunció en
2001 que su facturación llegaría a esa misma cantidad —30 millones de
euros— en 2003, aunque realmente se quedó en la quinta parte (6
millones), lo que sugiere, si no unas desorbitadas expectativas, la
lentitud con que ha crecido el sector en estos años.
¿Qué precisa el e-learning para
despegar finalmente? Estos párrafos insistirán en la necesaria,
inexcusable, calidad y eficacia de los contenidos que se ofrecen, porque
nos parece que el deseado despegue del e-learning no se producirá
mediante repetidos intentos de arranque, a menos que cambie alguna otra
condición del aparato. Incluso aunque lo mezclemos con la formación
presencial (blended learning) para facilitar el avance, y aunque
empujaran mucho los proveedores, podría ocurrir que la formación
tradicional siguiera su vuelo y el e-learning quedará en tierra,
o se viera reducido a la mera comunicación síncrona o asíncrona con el
docente-tutor, a través de las TIC.
Es verdad que, abriendo mucho el concepto,
se viene identificando el e-learning con cualquier proceso de
aprendizaje que haga uso de las tecnologías de la información y la
comunicación para eludir condicionantes espaciotemporales; pero
habríamos de distinguir las famosas píldoras o cursos interactivos
multimedia (que rememoran aquella enseñanza programada de nuestros años
de juventud) del uso de materiales lineales tradicionales servidos por
las redes de telecomunicación. Si un libro, o un artículo, es bueno o
malo, lo sigue siendo cuando lo enviamos por correo electrónico; y si
una píldora sobre un determinado tema es mala, lo sigue siendo aunque le
pongamos colores y hagamos aparecer los textos letra a letra, o palabra
a palabra.
Naturalmente, si una de esas píldoras (o
cursos on line) es buena, con sólida carga didáctica fruto de la
magia del experto docente, no hay que descartar que los complementos
gráficos, la cosmética y las animaciones añadan valor además de coste.
Porque si lo que nos encontráramos on line fuera un libro
electrónico, es decir, una secuencia de páginas tradicionales, quizá los
procesos de producción podrían simplificarse y abaratarse. Ya en el año
2000, había quien (Vaughan Waller, por ejemplo), consciente de ir quizá
contra corriente, advertía sin embargo que el e-learning no era
otra cosa que la entrega on line de un curso de formación, lo que
podríamos hacer muchas veces en formato Word, o PowerPoint, sin ir más
lejos.
Pero más que distinguir formatos en el uso
de las TIC, habríamos de referirnos al contenido, entendido éste como
información que el usuario traduce a conocimiento o habilidad, mediante
el aprendizaje. Cuando hablamos de aprendizaje a distancia, o
aprendizaje autoconducido, hay ciertamente que insistir en la intrínseca
motivación de los aprendedores; pero también hay que hacerlo sobre la
idoneidad de los contenidos: su cuidada calidad informacional y su
eficacia en la procura del aprendizaje. Sí, dos cosas principales: el
rigor informacional y la facilitación del aprendizaje.
Parecerá otra perogrullada, pero los
diseñadores han de considerar bien el perfil de los nuevos trabajadores
y directivos a quienes se destinan los productos formativos. El nuevo
trabajador del conocimiento, elemento cardinal de la nueva economía, es
exigente con la información que se le ofrece para su adquisición
permanente de nuevos conocimientos y habilidades. Su pensamiento crítico
le lleva a valorar la calidad y rechazar la mediocridad; su aspiración
de eficacia le lleva a pensar en la elevación de su rendimiento
cotidiano, tras la obtención de mejores resultados; su necesidad de
innovar le lleva a situarse en los límites de su campo del saber, y no
en la mitad del camino.
Todos nosotros debemos estar continuamente
aprendiendo, pero eso no significa tanto estar haciendo un curso tras
otro, como estar frecuentemente buscando información, procesándola y
extrayendo el necesario conocimiento. El nuevo trabajador, más allá de
reaccionar (a veces con resignación en los años pasados) a las
iniciativas del área de formación de su empresa, ha de ser proactivo en
su aprendizaje, buscar lo que necesita, contrastar diferentes
informaciones, digerir el conocimiento y aplicarlo. Todo esto es más
complejo, pero no nos podemos limitar a esperar que nos convoquen a
algún curso, para que los sigamos, quizá, a cambio de créditos o puntos
que afecten a nuestra trayectoria profesional futura.
Para que un producto de
e-learning sea preferido, y no preterido, ha de resultar
ventajoso sobre lo que el usuario, con la deseable destreza
informacional (information fluency), podría encontrar por su
cuenta en las fuentes disponibles (libros, Internet, revistas,
conversaciones, etc.). Quizá podíamos imponer la formación en aula
(aunque tampoco, en realidad) pero no podemos imponer el e-learning:
hemos de conseguir que los usuarios lo demanden, por las ventajas de que
se acompaña, incluida la eficacia del aprendizaje, es decir, su reflejo
en resultados.
Es que lo prioritario
debería ser el contenido, es decir, la necesidad de aprender, de tal
modo que el método fuera una consecuencia de esa y otras circunstancias.
¿Qué referencias guían el aprendizaje permanente en las organizaciones?
Les propongo algunas:
§
Aproximación persona-puesto (competencias).
§
Estrategia
empresarial.
§
Mejora e
innovación.
§
Calidad de
vida en la empresa.
§
Knowledge organization.
§
Learning organization.
§
Satisfacción de clientes internos y externos.
§
Responsabilidad social.
§
Uso de
herramientas específicas.
§
Seguimiento de nuevos métodos.
§
Cambio
cultural.
§
Desarrollo
personal-profesional.
Nada nuevo ciertamente;
pero es que al hablar de e-learning parece ocultarse el
contenido, para dar protagonismo al método. Obsérvese que los
proveedores de e-learning se sintieron unidos por el método,
tanto en Madrid (APeL) como en Barcelona (Aefol) en 2001, seguramente
porque esperaban una inminente explosión del sector, todavía pendiente.
¿Por qué se ha retrasado la expansión del e-learning en las
empresas? ¿En qué se ha fallado, en su caso?
Qué se decía años atrás
Desde que se extendió en
nuestro país el término “e-learning” (hace cinco o seis años),
hemos leído declaraciones muy distintas de los agentes del sector en lo
referido a los contenidos del e-learning. Recuerdo que en la
primavera de 2003, se publicó por Aedipe un libro que recogía las
primeras realidades (“las mejores prácticas del e-learning en
España”). Ya en el prólogo, Carlos Pelegrín Fernández, director de
Desarrollo y Formación de Telefónica, decía: “Cuando se habla de e-Learning
estamos centrándonos en dos elementos clave: tecnología y contenidos.
Sin embargo, ninguno de ellos tiene alta correlación con el crecimiento
y triunfo de la solución en la empresa”. También: “Muchos directivos se
han aproximado al concepto de e-Learning a través de los contenidos,
pensando que éstos podrían hacer por sí solos que las personas se
enamorasen del nuevo canal, garantizando así el éxito de la
implantación. Lo cierto es que los mejores resultados pueden alcanzarse
con contenidos de calidad media, al tiempo que los contenidos
excelentes no garantizan absolutamente nada, incluso pueden conducir
al fracaso”.
Unas páginas después, en
su introducción del libro, José Ignacio Díez, Consejero Delegado de
Fycsa sostenía: “El éxito de la formación on-line radica en su
mayor medida en la elección de la metodología de aprendizaje y,
complementariamente, en los elementos motivacionales...”. Y,
refiriéndose a un estudio realizado entre diferentes empresas
(seguramente clientes), aclaraba su visión del éxito: “Es relevante
destacar que en los casos con éxito, considerando como tal alcanzar un
end rate mayor del 75%, (...) siendo en unos casos el factor de
éxito principal la motivación de las personas...”. También aludía José
Ignacio Díez a los contenidos: “Los contenidos han sido magnificados
durante estos tres o cuatro años pasados, sin que se entienda muy bien
la razón. Es obvio que cuanto más atractivos sean y mejor se hayan
desarrollado pedagógicamente, mayor será su aceptación por los alumnos;
pero no está claro que ésta sea la clave del autoestudio”. Y continuaba:
“Por tanto, los contenidos, en sus diversas formas, son necesarios (...)
pero son sólo una parte, quizá no la más significativa del éxito”. Y,
para mayor claridad: “Quien más y quien menos se ha visto obligado a
adquirir conocimientos complejos con medios precarios. Recordemos la
universidad (…) con las fotocopias de los apuntes del más estudioso de
la clase: contenidos más precarios, imposible”.
En su momento me
sorprendió que se repitiera tanto la palabra “éxito”, pero el hecho es
que uno de los principales clientes del sector (Telefónica de España),
por un lado, y uno de los más destacados proveedores (Fycsa, que ocupa
ahora la vicepresidencia de APeL), por otro, parecían relativizar la
importancia de unos buenos contenidos en la consolidación del e-learning…
Curiosamente, ya en los diferentes capítulos del libro, sus respectivos
autores, responsables de formación de importantes empresas, sí parecían
apostar por contenidos de calidad.
Ángela Cruz, directora
de Alcatel University en España, señalaba: “El contenido de los cursos
es de máxima importancia para una experiencia positiva”; y poco después
añadía: “Los cursos on line, además de tener un buen contenido y
un diseño que atraiga al usuario...”. Los expertos de la Universitat
Oberta de Catalunya, María Teresa Arbués y Lluís Tarín, parecían
considerar fundamentales los materiales didácticos, y sostenían: “En el
contexto de la formación virtual, la creación, diseño y estructuración
de los materiales y recursos didácticos son etapas de un proceso
fundamental, que se ha de abordar con rigor para asegurar la calidad de
los programas y la facilitación del aprendizaje”. Antes ya habían dicho:
“Los contenidos se diseñan al servicio de las personas que aprenden”.
Carlos Espinosa, de Aena, aludía como deseable a “la mayor calidad
pedagógica” de los cursos on line, y declaraba: “Los contenidos
son desarrollados por empresas especializadas bajo la dirección de
expertos internos, que modifican y validan el producto hasta su puesta a
disposición final”.
Naturalmente se decían
más cosas, y lo hacían otros también importantes agentes del sector;
pero he tratado de mostrarles que no parecía haber acuerdo sobre la
importancia de disponer de contenidos de alta calidad y eficacia, y
querría añadir ahora que, no pudiendo asegurarlo, sospecho que el haber
puesto más cuidado en los contenidos habría podido acelerar el ansiado
despegue del sector del e-learning. El lector tendrá su propia
opinión, sin perder la perspectiva de que lo importante es que nuestro
país, mediante el conocimiento y la innovación, alcance sus metas de
productividad y competitividad, sea cual fuere el método de aprendizaje
permanente que se imponga.
Parece incuestionable
que todos hemos de aprender continuamente, y que las TIC nos ofrecen
posibilidades muy valiosas; pero quizá lo que llamamos e-learning
deba ser mejor ajustado a las expectativas de los usuarios. Quien esto
escribe, diseñador por cierto de numerosos cursos interactivos off
line en la época de los legendarios floppies, y de cursos
on line en la más reciente etapa correspondiente, cree haber
aprendido bastantes cosas navegando por Internet. Creo haber
desarrollado un poco mis competencias informacionales, e invito al
lector a ponerlas a prueba buscando la información que precise, impresa
o electrónica, contrastándola y aprendiendo de modo autoconducido; pero
también confío en que el sector del e-learning se consolide,
porque es más cómodo contar con la mejor información ya seleccionada y
sintetizada, y dispuesta en modo visiblemente didáctico: supondría un
gran ahorro de tiempo.
Conclusión
Lo que cabe ciertamente
desear es que todos dispongamos de facilidades para nuestro aprendizaje
permanente en las organizaciones, y que nuestras experiencias al
respecto resulten gratas. Pero es verdad que todo parte de una
conciencia clara de nuestras necesidades de desarrollo, tanto en lo que
a nuevos conocimientos se refiere, como al resto de competencias
necesarias: habilidades técnicas y sociales, actitudes, fortalezas
personales, etc.
Por otra parte, el e-learning
ha hecho mucho ruido, y ha movido mucho dinero, y ello tiene
necesariamente que estar relacionado con un sólido futuro que casi nadie
cuestiona; pero, además de un buzzword que movilice intereses de
negocio, debe ser visto por los usuarios como un sistema ventajoso de
aprender, de cara a la mejora de resultados individuales y colectivos.
Si yo necesito información sobre determinado tema técnico, o sobre las
ventajas de aplicar un método específico de gestión, o sobre las
tendencias en determinada área, o sobre la forma de desarrollar mi
inteligencia o mi intuición, deseo que la información sea clara,
avanzada, rigurosa, sintetizada, y sencilla de incorporar a mi acervo de
conocimientos; no necesito exceso de interactividad, ni de cosmética, ni
de animación, ni de orquestación parafernálica: sólo lo justo. Habrá
distintos modos de verlo, pero yo me sumaría a quienes apuestan en el
e-learning por la supremacía de los fondos sobre las formas, de los
contenidos sobre los continentes, de los fines sobre los medios, de las
realidades sobre las apariencias, de las calidades sobre las cantidades,
de la autonomía del usuario sobre los controles de las áreas de
formación de sus empresas, de la motivación intrínseca sobre la
extrínseca, del aprendizaje autotélico (para adquirir conocimientos y
habilidades) sobre el exotélico (para nutrir el expediente). Pero, véase
como se quiera, aprovechemos las posibilidades de las TIC en el
inexcusable aprendizaje permanente.
José
Enebral
Consultor de Formación
jenebral1@mi.madritel.es
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