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E-learning corporativo: plataformas y usuarios

En distintos foros y medios de comunicación se ha venido hablando y escribiendo mucho del e-learning corporativo, aunque seguimos echando de menos la voz de los usuarios. Con alguna experiencia tal vez como docentes, tecnólogos o directivos, distintas personas hemos hablado del éxito del e-learning, de sus errores, de sus virtudes, de las mejores prácticas, de las perversiones, de los pinchazos, de los mitos, de los contenidos, de las plataformas, de los estándares, de los ratios, de los tutores, de los precios, de los proveedores, del blended, del mercado, del futuro... Hoy este articulista somete a consideración del lector algunas reflexiones en torno al aprendizaje on line sobre plataformas LMS.

Sin duda, hay algunas realidades en relación con el e-learning y el aprendizaje permanente que parecen objetivamente incuestionables; pero también hay aspectos en que todo parece depender de la posición o perspectiva del observador, si no de sus intereses. Diríamos que el acceso a la mucha información, didáctica o no, disponible on line es saludable e irreversible, y que el aprendizaje permanente, a lo largo y ancho de la vida laboral, se impone cada día con más fuerza. Pero, entrando ya en la orquestación de la formación on line en las organizaciones, hay que observar con cuidado y detalle. ¿Cómo se ha vivido la llegada del e-learning en las empresas, tanto en los departamentos de formación como por los usuarios?

Tradicionalmente, las empresas organizaban cursos presenciales, y los departamentos de formación declaraban cada año importantes volúmenes de formación medidos típicamente en horas de curso y en horas de alumno, divididas éstas por áreas de contenidos (formación técnica, comercial, ofimática, en idiomas, etc.), e incluyendo quizá alguna medida de la satisfacción de los participantes en los cursos. Puede que alguna persona siguiera, más o menos formalmente, iniciativas propias de aprendizaje, pero esto no podía quedar siempre registrado. En cuanto a las decisiones de formación, lo más extendido parecía ser que alguien, por encima de un sujeto habitualmente pasivo —su jefe, o el área de formación—, determinara los cursos a realizar en cada caso, tal como se hacía en la asignación de las tareas que cada trabajador debía desarrollar. Así ocurría décadas atrás, y seguramente aún hoy en muchos casos.

Las cosas empezaron tal vez a cambiar en algunas empresas en los últimos años 90, cuando se predicaba la asunción de protagonismo del individuo en su propio desarrollo, y se fue impulsando el aprendizaje autodirigido en la modalidad de e-learning. La llegada de este nuevo aprendizaje on line, con su aparato litúrgico y cosmético, fue más visible que la referida y postulada asunción de iniciativa y protagonismo, porque seguían siendo a menudo las áreas de formación las que determinaban los cursos a seguir por las personas, y las que controlaban la dedicación de éstas a través de los mecanismos de registro ofrecidos por las plataformas LMS.

En grandes empresas y de repente, trabajadores y jóvenes directivos que habían sido periódicamente convocados a cursos presenciales en el pasado, lo eran a cursos on line de breve duración, pero para cuyo seguimiento contaban quizá con varias semanas, durante las que el sistemas registraba sus accesos y declaraba el curso como “realizado” o “pendiente”, en conformidad con criterios establecidos. Aunque no siempre parecía controlarse la consecución del aprendizaje, ni la correspondiente mejora del desempeño, sí se controlaban los accesos de los alumnos, el tiempo total de su conexión al curso, la participación en foros y la superación de los tests.

Todavía pensando en grandes empresas, y por tanto en la emergente formación por competencias, alguien podía haber observado, allá por los años 2001 ó 2002, que un rasgo personal como la iniciativa, o el compromiso, o el espíritu de equipo, o la creatividad, o el liderazgo de un individuo estaba en el nivel 2, y que debía estar en el nivel 3 ó 4. Una breve “píldora” on line (un par de horas de duración, por ejemplo) podía contribuir a salvar la distancia detectada, y su aprovechamiento por el alumno era certificado en muchas ocasiones por un test de respuesta múltiple, tanto si los objetivos del curso apuntaban a nuevos conocimientos, como si lo hacían a habilidades cognitivas, e incluso emocionales. En algunas organizaciones coincidió, en efecto, la llegada del e-learning con la de la gestión por competencias y una mayor atención a las denominadas soft skills.

Debía haber una carencia o deficiencia detectada por la empresa, una solución ad hoc suministrada quizá por un proveedor especializado, unas fechas fijadas por los responsables de formación, unos tests que certificaran el progreso, una plataforma que controlara la actividad del alumno, un foro de debate en que se podía o debía intervenir, y un tutor al que transmitir los problemas o dudas; todo ello dentro de la orquestación de la formación en la empresa, y a la vez que —en organizaciones con programas de cambio cultural en marcha— se hablaba de la asunción de protagonismo por los individuos. 

Las plataformas LMS venían a recrear (campus virtual) el marco de relaciones y controles que caracterizaban la formación presencial, de modo que la orquestación de la formación no se veía disminuida por la llegada del aprendizaje autoconducido on line. Seguíamos sin poder calibrar siempre los efectos producidos en el desempeño cotidiano (niveles de eficacia de Kirkpatrick), pero la formación de los individuos seguía controlada por las áreas responsables, y, como ejemplo de gran empresa pionera en los nuevos métodos, Telefónica lucía llamativos presupuestos anuales de e-learning de varios millones de euros (aunque, por cierto, parecía relativizar paralelamente la importancia de contar con contenidos on line de buena calidad).

En relación con la calidad de los contenidos formativos incorporados a las plataformas, hay que recordar las quejas públicas de los proveedores de e-learning. Según declaraciones (2004) de algunas de las principales consultoras asociadas a APeL (Asociación de Proveedores de eLearning), las empresas compraban e-learning por precio y no por calidad, lo que contribuiría a explicar la insatisfacción de los usuarios. Podía darse el caso de que un individuo interesado encontrara más eficaces soluciones para su desarrollo personal-profesional en las librerías, o en Internet, que en la plataforma desplegada por su empresa a cargo de importantes presupuestos. Empecemos, si el lector nos sigue, por cuestionar estas orquestaciones en plataforma de gestión (LMS), para acabar el artículo con algunos alegatos en su defensa.

¿Puede un individuo encontrar mejores contenidos formativos fuera de la plataforma de que es usuario? En general se diría que sí, salvo que se trate de formación específica institucional o corporativa. Por diferentes razones, la calidad o eficacia didáctica de los contenidos ofrecidos en las plataformas parece ser, en general, modesta, e importantes agentes del sector declaran que no se están haciendo aprendizajes suficientemente significativos. Refiriéndonos, por concretar, al desarrollo de directivos —objetivo común a casi todas las empresas de cierto tamaño—, hay libros de módico precio, y artículos de libre acceso en Internet, que proporcionan información-formación valiosa, que uno puede estudiar motu proprio, libre de vigilancias y registros, para contrastar con otros puntos de vista y extraer conclusiones. 

¿Puede un individuo participar en foros de debate, en beneficio del aprendizaje y fuera de su plataforma corporativa? Sí puede, si lo desea, en lo que a temas transversales u horizontales se refiere. Hay numerosas comunidades de aprendizaje de —por decirlo así— generación espontánea en Internet, que también incluyen a menudo encuentros presenciales. Pero al mismo tiempo, un individuo conectado dispone del correo electrónico para comunicarse con ciberamigos o cibercolegas, e intercambiar inquietudes y puntos de vista profesionales, sin olvidar la existencia de foros físicos: jornadas, conferencias, mesas redondas, etc.

¿Se puede contar con un tutor a quien consultar, fuera de la disciplina de la plataforma LMS de nuestra organización? En realidad, las consultas a tutor suelen producirse vía e-mail, pero es cierto que la designación de tutor es fruto de la orquestación del e-learning. Si un individuo siguiera e-learning libre o independiente, y tuviera dudas que aclarar, tendría que prolongar su búsqueda de información, consultar a expertos, o contactar quizá con los autores leídos. Lo cierto es que todavía parece bajo el volumen de consultas a tutor en e-learning, como baja es también la participación en foros.


Ya habrá observado el lector que hemos adoptado la óptica del usuario de e-learning: del individuo que desea aprender y desarrollar su perfil profesional. En verdad, las plataformas responden a necesidades de la gestión de la formación; pero tratamos de reflexionar aquí sobre la ventaja que para el alumno presenta el sometimiento a la disciplina de la plataforma: a actuar conforme a lo oficialmente programado, a seguir tal vez cursos sin estar siempre convencido de su necesidad o interés, teniéndolos que compaginar probablemente con la atención al desempeño cotidiano. 

El lector puede pensar que un individuo, a cambio de su salario, está obligado a hacer sus tareas y a seguir los cursos que se le asignan, e incluso a compaginar ambas cosas. Pero, aunque podamos obligar a alguien a seguir un curso y nutrir las estadísticas, no le podemos obligar a aprender si no quiere: la motivación —intrínseca o no tanto— resulta fundamental. De modo que hay que conseguir, más allá del ejercicio del poder jerárquico, que los individuos deseen seguir los cursos y aprender. No bastaría que desearan seguir los cursos para conseguir los créditos o puntos ofrecidos, sino que habrían de seguir los cursos con sólida intención discente, en beneficio del desarrollo profesional.

 Con la premisa a que nos hemos referido, el usuario llega a la plataforma buscando eficaces soluciones de aprendizaje: si las encuentra, se sentirá probablemente cómodo en la plataforma; si no las encuentra, se sentirá frustrado y las buscará en otras fuentes. Pero, a la premisa de la motivación de los usuarios, añadamos la premisa de buenos contenidos, llenos de rigor técnico y potencia didáctica. Sin duda son dos elementos cuya ausencia se puede dejar notar en no pocas ocasiones, y también es verdad que uno puede estar muy motivado pero encontrarse con un contenido frustrante, e incluso estar poco motivado pero encontrarse con un contenido altamente estimulante. Son, en suma, dos premisas en sinergia: motivación al aprendizaje y contenidos satisfactorios. En estas condiciones sí que puede la plataforma contribuir a la sinergia (suponiendo siempre un funcionamiento libre de fallos técnicos).

Frente al aprendizaje on line libre (especie de googlelization del e-learning), la orquestación en plataforma nos evita buscar información, evaluarla, seleccionar la mejor, y elaborar la síntesis: nos entrega el plato ya cocinado y listo para consumo, y se trata además de un plato que nos resulta atractivo. Imaginémonos tras el deseo de avanzar en nuestro autoconocimiento y dominio personal, y concretamente tras la meta de desarrollar nuestras habilidades conversacionales para obtener mejores resultados en entrevistas y reuniones: hay ciertamente muchos libros y artículos que de ello nos hablan, pero, ¿no sería mejor que, para empezar, tuviéramos acceso a una elaborada síntesis, ajustada ya a las necesidades de nuestra organización, y dispuesta del modo más sencillo y cómodo de digerir?

Estamos ciertamente de suerte, si disponemos de un espacio donde aparezcan las mejores síntesis —dispuestas para el aprendizaje— de los temas técnicos o personales que nos interesan. La capacidad de síntesis es un valor en alza en la Sociedad de la Información, pero supone un esfuerzo importante y, si nos lo podemos ahorrar, somos, en efecto, afortunados. Si los departamentos de formación se han ocupado en ofrecernos lo mejor, en la forma más cómoda, en un entorno virtual y virtuoso, entonces estamos de suerte y no podemos desaprovechar la situación. (La verdad es que los dineros presupuestados para la formación on line han de repartirse entre muchos agentes, y no suele quedar mucho para el personal docente que guioniza los contenidos ofrecidos, de modo que no siempre nos encontramos con las valiosas síntesis a que nos referíamos).

Pero, si aparte de la comunicación del individuo con la información didáctica idónea para el aprendizaje y desarrollo profesional, pensamos en la comunicación con otros aprendedores, hay que decir que la plataforma corporativa reúne en comunidad a personas con inquietudes y necesidades similares: una oportunidad magnífica para realizar un aprendizaje en solidario, frente a la tradicional figura del aprendedor en solitario. Y si hablamos de la comunicación con un tutor… Esto hay que hacerlo con detenimiento: veamos cómo va adquiriendo mayor relevancia el tutor.

Visto que los contenidos ofrecidos no estaban siendo satisfactorios, se empezó a predicar años atrás el blended learning, como para que algunas clases presenciales cubrieran las carencias del e-learning; pero también había quienes veían al e-learning, si acaso, como un complemento natural de la tradicional formación presencial. Se había creado una cierta competencia entre métodos, o, quizá más exactamente, entre proveedores de formación. Pero para el mismo problema —la deficiencia general de los contenidos, salvando excepciones— también había otra solución elusiva: el refuerzo del papel del tutor. Diríase que cualquier solución resultaba más interesante que la de abordar un diseño solvente de los contenidos, por parte de docentes expertos. De modo que, si el tutor es fundamental, podría pensarse que lo es el escenario que lo incluye: la orquestación en plataforma.

Un buen papel del tutor parece incuestionable, pero hay que saber si estamos ante un sistema de aprendizaje centrado en el alumno, como parecía el e-learning, o en un sistema centrado en el profesor (ya sea en presencia, o a distancia en forma de tutor). ¿Vemos al e-learning como sistema de aprendizaje autoconducido, o seguimos dejando la iniciativa al profesor? Quizá éste sea el dilema: ¿tutor reactivo-alumno proactivo, o tutor proactivo-alumno reactivo? Seguramente lo ideal es que el alumno sepa lo que necesita, que actúe proactivamente en consecuencia, y que el tutor se limite a comprobar los progresos; pero si, por alguna razón, el alumno exhibiera poca actividad o mera reactividad, aquí, en nuestro entorno empresarial, eso estaría probablemente significando algo, y una proactividad del tutor podría no ser la mejor solución.

 

Quizá sin gran éxito al alentar el interés de las personas por su desarrollo profesional y al tratar de convencerlas de la idoneidad de las soluciones de formación que se les ofrecen, las áreas de Recursos Humanos optan en efecto a veces por establecer sistemas de créditos para estimular el seguimiento de los cursos, e incluso sistemas de no siempre eficaz presión a través de tutores-animadores. Y aquí hay que preguntarse: ¿se desea que las personas sigan los cursos a su pesar, o que aprendan en beneficio propio y de la organización? Buena pregunta en esta etapa de consolidación del e-learning, porque casi nos atreveríamos a decir que para aprender hay que desearlo...

No sabía cómo calificar, si se diera, la doble proactividad (tutor y alumno), y pensé en “derroche”; pero el hecho es que si se empujara en dos direcciones desalineadas, podría resultar contraproducente. Sé, por otra parte, que muchos expertos predican la proactividad del tutor en todos los casos, contando quizá con una débil actividad del alumno; yo creo que la proactividad inexcusable es la del alumno, pero ya saben que todo esto es para hacer reflexionar al lector interesado, si lo deseara o necesitara.

Resumen

Todos debemos atender a nuestro desarrollo profesional permanente, y a este fin podemos nutrir la mente con información procurada por las TIC; pero es verdad que los productos y servicios ofrecidos por las empresas a través de sus plataformas on line no siempre satisfacen las expectativas o necesidades de los usuarios. Estupendo cuando es así, pero no siempre lo es. Por otra parte, no todos somos conscientes de lo que falta (o sobra) en nuestro perfil profesional, ni de los inconvenientes que ello supone. La tarea pendiente de las áreas de Recursos Humanos es quizá alentar el afán de superación o mejora que la competitividad individual exige.

Una vez que directivos y trabajadores del conocimiento seamos conscientes de nuestras necesidades de aprendizaje permanente, veremos soluciones en el e-learning, dentro y fuera de los límites de las plataformas, y deberemos quizá desarrollar nuestras habilidades informacionales: las que nos permiten aprender de la mucha información que se nos ofrece, seleccionando lo mejor, contrastándolo, sintetizándolo e integrándolo en nuestro acervo. Y al aprender, en sentido amplio, no olvidemos las habilidades cognitivas y personales, las actitudes, las conductas…

José Enebral

Consultor de Formación

jenebral1@mi.madritel.es


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